jueves, 19 de junio de 2014

LA BARRA tierra de piratas y tesoros

No tenemos que viajar a Europa ni al lejano Oriente para encontrarnos con historias de piratas y tesoros, las encontramos aquí en nuestro suelo.

La leyenda de un fabuloso tesoro enterrado en las costas del Río de la Plata se remonta a tiempos de la Colonia, cuando los piratas merodeaban en busca de galeones españoles cargados de oro y plata.

Cuenta la leyenda que el tesoro estuvo o estaría escondido es en una de las islas del Arroyo Maldonado, tradicionalmente llamada KAGUI o "Isla de los Indios".
De ésta leyenda recibe el nombre el Balneario de "El Tesoro" que inicia ni bien se cruza el Puente ondulante Leonel Viera, rumbo a La Barra.

En tren de suposiciones el botín habría sido enterrado por alguno de los piratas que nos visitaron. Entre ellos, el más mentado, el más famoso por sus aventuras en todo el mundo, fue Sir Francis Drake, quien recorrió Punta del Este (a la que llamó Cabo Alegría por haber reencontrado un barco de su flota, al que dieron por perdido tras un temporal), llegando incluso a Montevideo, antes de emprender sus productivas correrías por el Pacífico.

La historia nos cuenta también de piratas ingleses (R. Fenton y Lord Cavendish) otros holandeses y especialmente el francés Etienne Moreau, establecido con pingüe contrabando de cueros, primero en Maldonado y luego en la desembocadura del arroyo Valizas, vecino a la Punta del Diablo.

Vengamos a tiempos más recientes. Que nuevas noticias sobre el tesoro enterrado en Maldonado y sus alrededores, fueron traídas al tapete por escritores y periodistas de la zona.
Existen dos versiones sobre el tesoro del arroyo Maldonado, que en realidad son dos y media.

PRIMERA VERSIÓN: ÉPOCA ESPAÑOLA
Sabemos de la misma gracias a la memoria y escritos de Don Ernesto Seijo Correa, tradicional figura de San Carlos, hermano del famoso autor de "Maldonado y su región", según la cual la historia se remonta al año 1809, fines de la dominación española.

Por entonces el terror de las costas platenses era el corsario francés François Tournier, que asolaba y saqueaba los barcos mercantes, españoles y de cualquier nacionalidad que se interpusieran en su camino. (Tournier había sido lugarteniente de Hipólito Mordeille, pirata que puso su estrategia y su tripulación al servicio de Montevideo, combatiendo con denuedo contra los invasores ingleses y muriendo frente a la brecha abierta en las murallas).

Tanto hizo Tournier asaltando y pillando, que fue descubierto y perseguido por un barco de guerra inglés. Al hacerse la noche, el bajel corsario, gracias a su menor calado se internó en aguas del arroyo Maldonado, teniendo apenas tiempo de enterrar el tesoro entre los médanos de la costa y seguir luego curso arriba hasta la isla KA-GUI, donde abandonaron la embarcación y corrieron a refugiarse en el lugar conocido luego por "Los Cerros de Seijo".

Al día siguiente los ingleses les dieron captura y los ajusticiaron del propio mástil de su barco, aunque no pudieron localizar el tesoro enterrado. Sólo perdonaron la vida a un "piratillo", un mozalbete de catorce años, a quien incorporaron a su propia tripulación, medida muy común por aquellos tiempos.

Medio siglo después, el mozalbete transformado en anciano, volvió a la región de Maldonado a recuperar el tesoro. Pero, tras larga serie de excavaciones, no pudo encontrarlo, seguramente porque las corrientes habían modificado el lecho del arroyo y por consiguiente, cambiado las referencias. Casi perdida la razón, el hombre quedó a vivir en la zona, propalando su infortunio a los cuatro vientos.

Hasta que los lugareños, convencidos de su historia, empezaron a buscarlo. La primera búsqueda fue la del Sr. Schultze, en 1865.

Todavía se recuerda a la gente de la secunda expedición, cinco marinos griegos que buscaron durante muchos meses el tesoro, en lugar cercano a la desembocadura del arroyo, donde hoy se encuentra el Balneario '"El Tesoro", no bien cruzado el puente de La Barra.

Por lo que se sabe la última expedición (que parece haber tenido éxito), fue en 1888, cuando cuatro hombres misteriosos anclaron en un barco frente a la isla Gorriti pidiendo la correspondiente autorización para la búsqueda del tesoro. Se les asignó la vigilancia permanente de dos soldados y recibieron además la visita diaria de Don S. Pallas, propietario de todas las tierras entre el arroyo Maldonado y la costa, hasta donde llega hoy el balneario "Manantiales".

Pasados varios meses aflojóse la vigilancia y el crudo invierno espació las visitas del propietario. Hasta que una buena mañana los cuatro hombres y su barco reaparecieron sin previo aviso. La gente de la zona se deshizo en conjeturas hasta que la lavandera que limpiaba su ropa encontró olvidada en un bolsillo una hermosa moneda de oro. Lo que se confirmó con el hallazgo en el lugar donde excavaron, tras una gran creciente, de una caldera de hierro y varias cajas de plomo, tradicionales escondites de monedas de oro y plata, durante las antiguas épocas.

Una versión modificada de la anterior fue proporcionada por Don Salvador Palas, hijo del primitivo dueño del campo, sobre la base de los recuerdos de su padre, todo según la privilegiada memoria de don Andrés Malta, de San Carlos.
El viejo Pallas recordó siempre con despecho la mala actitud de los cuatro buscadores desaparecidos. Mostró a su hijo varias veces el lugar donde aparecieron la pólvora y las cajas de plomo, sobre un pequeño afluente del arroyo Maldonado, conocido desde entonces como "'arroyo del tesoro". Aunque no fue tan misteriosa la partida de los buscadores como se creyó en un principio, ya que los hombres venían recompensando a las lavanderas con monedas de oro y plata, desde mucho tiempo atrás. Y luego de la famosa creciente, otras cosas quedaron al descubierto, llamando su atención una serie de piedras marcadas con cruces que se encontraron al lado de la caldera de hierro, probables marcas de los piratas al esconder apresuradamente el producto de sus
fechorías.

Tesoro en la Barra
SEGUNDA VERSIÓN: ÉPOCA BRASILEÑA
Leímos con fruición los artículos del Prof. Atilio Cassinelli, fernandino de conceptuada memoria, un verdadero estudioso de las tradiciones de la zona. Nos cuenta que hacia 1920. mientras paseaba por la región conocida luego como "El Placer", lindera al actual Balneario "El Tesoro", vio llegar un bote con varias personas cargando picos y palas, entre las que se encontraba don Camilo Walter, pariente lejano de su madre. Como se enteró después, la gente venía de excavar en la fangosa isla KA-GUI. casi dos millas arroyo arriba, donde habían recibido noticias de que estaba enterrado el tesoro de los piratas.
Cassinelli quedó impresionado por la historia, tanto que dedicó muchos años a investigarla, a través de documentos y referencias orales.

He aquí un resumen de sus averiguaciones:
Allá por 1825. en plena dominación brasileña, una pequeña embarcación corsaria, tripulada por quince aguerridos hombres de mar, asolaba nuestras costas en función pirática, siendo sus presas predilectas los mercantes brasileños e ingleses. Como se trataba de una embarcación de poco calado, en días de creciente remontaban el arroyo Maldonado hasta la isla KA-GUI, baja y cenagosa, con abundantes "sangradores", donde tenían escondido el producto de sus fechorías.
Hasta que un día (todo en la vida tiene su fin) los ingleses se cansaron del corsario y enviaron una nave de guerra para emboscarlos, la que se escondió atrás de la Isla de Lobos. Sorprendidos en alta mar, los piratas ofrecieron fiera resistencia, hasta que su pequeña embarcación fue hundida a cañonazos, pereciendo la tripulación. Salvo uno. un marinero ruso, Alexis Lavnoff, que llegó nadando hasta la isla. Tiempo después, señas medíante y con una historia convincente de naufragio, logró ser recogido por un mercante portugués que lo llevó hasta Lisboa.

Allí comenzaron treinta años de penurias y borracheras. Estuvo preso en varias oportunidades, siempre soñando con que la fortuna enterrada en una minúscula isla al otro extremo del mundo. Terrible desdicha la del hombre que conoce un secreto de riqueza, pero no pueda llegar hasta él.
Hacia 1852, Lavnoff regresó al Río de la Plata. Como no conocía el español y no estaba en condiciones físicas a excavar, consiguió dos ayudantes para el rescate a los que prometió sendas partes del tesoro. Pero llegados a la Isla Ka-Gui se encontró con que se había modificado el curso del arroyo y no logró encontrar el tesoro escondido. La desesperación y las ansias tanto tiempo contenidas lo llevaron a la locura, continuando con su vida de jugador y pendenciero.
Y cuando el alcohol lo tornaba comunicativo, lloraba su mala suerte acusando al arroyo de ''caprichoso y mudable'', como mujer que le hubiera jugado una mala pasada.

Siempre quedó flotando la duda. ¿Apareció el tesoro de los piratas? Seguramente que lo hallaron los misterioso' Los cuatro hombres de la expedición de 1888.
Pero... ¿y si los hombres se hubieran alejado tan sólo abatidos por el desánimo, sin encontrar nada?
¿Y si el tesoro hubiera sido enterrado realmente en el pequeño islote como se lamentaba el ruso Alexis Lavnoff? De ser así todavía las monedas estarían enterradas en la cenagosa isla que los indios llamaban KA-GUI o CAGUI desde tiempos inmemoriales.
De todas maneras el lugar es hermoso. Ameritaría una excursión "de pesca". Los pescadores dicen que, al menos en otras épocas, solían sacarse estupendas corvinas negras, especiales para preparar a la parrilla. O al menos algunos pejerreyes que nos compensen, si no encontramos rastros del tesoro...

KA-GUI La Isla del Tesoro
Juan Antonio Varese
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